Las peculiaridades del sistema electoral de EE.UU. permiten que el candidato republicano revierta a su favor la intención de voto mostrada por los sondeos.
Debido a la pandemia de covid-19, una cantidad récord de ciudadanos estadounidenses emite su voto a distancia para elegir presidente en las elecciones del próximo 3 de noviembre. Hasta la fecha, más de 82 millones de personas han participado ya en la votación anticipada por correo o entregando las papeletas en persona, lo que representa más de la mitad de todos los votos emitidos durante los comicios de 2016. En esto radica la principal diferencia entre aquellas y estas estas elecciones: en que una semana antes de la jornada electoral, la mayoría de los votantes ya ha manifestado sus preferencias por uno u otro candidato.
La mayoría de los que ya han votado esta vez han sido los demócratas, un 46,8 %, frente al 29,7 % de los republicanos, si bien la información sobre la afiliación política de los votantes tampoco es facilitada por todos los estados. Sin embargo, el menor porcentaje de republicanos tampoco sorprende, teniendo en cuenta las reiteradas declaraciones de su candidato, el presidente Donald Trump, poniendo en duda la legitimidad de la votación temprana, lo que le ha llevado a tildar las elecciones de 2020 de antemano como “las más fraudulentas de la historia”.
Mientras los resultados preliminares de la votación temprana no favorecen a Trump —los demócratas con toda probabilidad votaron por el exvicepresidente Joe Biden—, las encuestas nacionales tampoco lo dan por ganador, le otorga un 48 % frente al 47 % de Biden, y otro par de encuestas en las que el mandatario se impone a su rival demócrata por escaso margen.
El sondeo de NBC News sitúa por delante al exvicepresidente de Obama con un 51,9 % de los votos frente al actual presidente (43,7 %); el de CNN también da por ganador a Biden con un 57 % de apoyo frente al 41 % a Trump, mientras que prácticamente todas las encuestas nacionales ponen a Biden en primer lugar con diez o más puntos de diferencia.
Si bien las encuestas no son, en esencia, un instrumento perfecto para predecir el resultado, están lo suficientemente arraigadas en la sociedad estadounidense como para seguir siendo una parte fundamental de su vida, independientemente de si aciertan o no el resultado de las elecciones del próximo 3 de noviembre.
Los ‘swing states’ o estados ‘bisagra’
En 2016 las encuestas encumbraron a la candidata demócrata Hillary Clinton, pero ganó Trump, que ahora también podría revalidar aquel triunfo contra todo pronóstico gracias a las peculiaridades del sistema electoral del país norteamericano, que pasa por ser uno de los más complejos del mundo.
Según establece la Constitución de EE.UU., los comicios presidenciales se realizan a dos niveles: mediante el voto popular y el Colegio Electoral, resultando ganador el candidato que recibe 270 votos de los ‘electores’ de los 50 estados y el Distrito de Columbia.
En otras palabras, el candidato no es elegido por voto directo, sino por el número limitado de ‘electores’ en cada estado. Y aunque en la gran mayoría de los casos, los electores votan de la manera asignada por los residentes de su estado, no siempre ocurre así.
Durante las últimas presidenciales de 2016 hubo diez electores ‘infieles’ de un total de 538, número que podría haber cambiado el resultado de cinco de las 58 elecciones anteriores.
El factor clave para la victoria de Trump ahora recae, precisamente, en los llamados ‘swing states’ o estados ‘bisagra’, donde no queda claro cómo votarán los electores y que puede decantar la balanza a favor o en contra del actual mandatario en el último momento.